Desde este punto de vista, Bukele parece estar en dos bandos: sigue adelante con sus planes para una «cripto-nación», pero al mismo tiempo llega a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. A pesar de estas condiciones, Bukele puede ser visto como un precursor del «anarcocapitalismo», que también está abriendo paso en otras naciones: desde Argentina con Milei, hasta EE UU con el segundo mandato de Trump; quien nombró a Paul Atkins como el próximo jefe de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés).
¿Y Bután?
A diferencia de El Salvador, se ha hablado poco sobre el papel de la criptodivisa en el estado himalayo, principalmente por su tamaño extremadamente pequeño: menos de 3 mil millones de dólares de la economía de una nación con solo 800,000 habitantes. Sin embargo, es justo este aspecto el que lo convierte en extraordinario y estratégicamente relevante. En primer lugar, la inversión de la monarquía liderada por Jigme Wangchuck es superior a la de El Salvador: Bután posee más de 12 mil bitcoin, el doble que el país salvadoreño, por un valor de 1,200 millones de dólares; casi la mitad de todo su producto interno bruto (PIB). Esto después de vender 367 bitcoins, con lo que ganó 33 millones de dólares.
Otro aspecto destacado es la importancia estratégica que los bitcoin han comenzado a adquirir en Bután, especialmente después del colapso de los ingresos procedentes del turismo durante el Covid. Desde 2019, Bután se ha centrado en esta divisa digital: no limitándose a la compra y venta, sino también dedicándose a la minería de bitcoin; la validación de las transacciones que se realizan en blockchain, tras las cuales se obtienen las monedas.
Según Forbes, Bután aprovecha sus recursos hídricos para apoyar sus operaciones mineras que consumen mucha energía: «Los ríos de Bután, alimentados por los glaciares del Himalaya, ofrecen un importante potencial energético, con un total de 23,700 megavatios considerados utilizables. Para ponerlo en perspectiva, 23,700 MW de energía bastan para abastecer a 17 millones de hogares estadounidenses».
Las diferencias entre ambos países
En pocas palabras, Bután utiliza energía hidroeléctrica para el 99.5% de sus necesidades energéticas, tiene todo el potencial para aumentar sus operaciones mineras, habiendo invertido 150 millones de dólares en unidades de procesamiento gráfico (GPU). Junto con Druk Holding & Investments, la empresa que gestiona los activos financieros de Bután, está planeando una enorme expansión de sus operaciones: incluido un fondo de inversión de 500 millones de dólares para apoyar actividades de extracción sostenibles.
A diferencia de El Salvador, el gobierno de Bután no tiene mayor inconveniente en vender parte de sus reservas de criptomonedas en los momentos que considere propicios, utilizando las ganancias para aumentar los salarios del sector público y apoyar una economía que, debido al colapso del sector turístico, atraviesa por un momento complicado. En estos momentos, Bután posee la quinta mayor reserva estatal de bitcoin del mundo, solo por detrás de EE UU, China, Reino Unido y Ucrania, este último con activos procedentes de donaciones. Los expertos no descartan que en un futuro, los experimentos de El Salvador y Bután convenzan a otras naciones para seguir sus pasos.
Por lo menos lo estamos viendo en EE UU: no solo Donald Trump prometió crear una reserva estratégica basada en bitcoin, sino que también podrían hacerlo los estados de Wyoming y Pensilvania. El aumento en el interés de los gobiernos por los activos digitales también se refleja en una publicación de Nature, que analiza los pros y contras, las oportunidades y los riesgos de la adopción y el uso del bitcoin: «Los estudios existentes sobre la adopción de bitcoin como moneda de curso legal examinan los incentivos y los efectos. Sin embargo, un desafío importante es la necesidad de un marco regulatorio y legal integral para definir su estatus, garantizar el cumplimiento de las leyes contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo».
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.