Basilio dice que encontró lo que llamó “un indicio de ajolote”. Nada de ojos pequeños, boca grande, ni las ramificaciones branquiales plumosas, ni algunas de las cuatro patas o la cola larga. Sostiene una sustancia gelatinosa que obtuvo de red. “Posiblemente este fue un huevo de ajolote, pero se lo comieron las tilapias, dejaron nada más la placenta, se puede decir, y lo demás se lo comieron, eso quiere decir que estamos cerca de un ajolote», dice Basilio.
― Basilio, ¿tú recuerdas que había más ajolotes?
― Sí, bastantes. El lugar era hermoso en ese tiempo. Había ranas, había ajolotes; y había ajolotes, había cosiles. Había charales. Había peces de colita roja, lo que ahora ya no encontramos. Ahora hay una plaga enorme de tilapias.
― ¿Cómo era antes, entonces?
― Esto era de tres metros de profundidad. Aquí uno levantaba el agua y era cristalina. Las hierbas acuáticas crecían como pinitos. En esos pinitos, yo recuerdo, que traía yo mi red, la levanta así y mi sorpresa era que salían entre 30 y 40 ajolotes ahí. De este tamaño. Así de grandes los animales. También había árboles grandes aquí. Los pirules, el sauce llorón que caía como una cascada hacia el agua… los ahuehuetes… todo ese tipo de árboles había. Antes eran de 40, 50 metros. Lleno de halcones blancos, grises… había conejos. Cuando salía a cortar quelites, corrían los conejos y era muy bonito para mí. Bajaba yo con mi cubeta, y me llevaba yo media cubeta, y llegaba yo a la casa. Mi mamá ya había preparado la salsa verde. Y lo echaba así en una tortilla con salsa, un plato de frijoles, y con eso comíamos delicioso. Añadido a un vaso de atole de masa, ¡que ni le digo! Ese es mi recuerdo de ajolotes. No como ahora, que voy por mi pan y pido dos ajolotes. ¡Cómo es posible que ya los ajolotes estén en la panadería y no en su lugar!
En el pasado, el ajolote formaba parte de la gastronomía mexicana, especialmente en comunidades cercanas a su hábitat, donde se preparaba frito, en sopas e incluso en tamales. Además, se le atribuían propiedades casi mágicas en la medicina tradicional, utilizándolo en remedios para aliviar desde dolores musculares hasta la anemia.
Para aprender a retrasar la vejez, empecemos por estudiar los ajolotes
Estos anfibios, conocidos por su capacidad regenerativa, también presentan una longevidad excepcional, resistencia a enfermedades relacionadas con la edad y una aparente falta de deterioro fisiológico a lo largo de la vida. La regeneración es un fenómeno biológico que ha fascinado tanto a la comunidad científica como al público en general. Desde las primeras observaciones de Lazzaro Spallanzani en 1768—cuando documentó cómo las salamandras y otros organismos regeneraban extremidades amputadas—se ha estudiado este proceso como un mecanismo restaurativo mediante el cual los seres vivos buscan recuperar su función y estructura originales. Aunque la regeneración ocurre en diversas formas en la mayoría de los organismos, su alcance varía significativamente entre especies.
El ajolote es el vertebrado con la mayor capacidad regenerativa conocida. Puede reemplazar extremidades, cola y branquias tras una amputación, además de regenerar órganos vitales como el cerebro y el corazón, así como tejidos altamente especializados, incluidos los nervios, cuya regeneración es limitada en mamíferos como los humanos. Esta extraordinaria habilidad ha convertido al ajolote en un modelo clave para la investigación científica, impulsando estudios sobre los mecanismos moleculares de la regeneración y la regulación genómica que ha evolucionado a lo largo del tiempo.