Pocas cosas durante la infancia ponían a prueba nuestra destreza como el hula hoop o hula hula. Las instrucciones del juego eran simples, pero llevarlas a cabo no era tan intuitivo. Había que hacer girar un aro alrededor del cuerpo mediante el movimiento oscilatorio de la cintura y las caderas, sin dejar que cayera. Algunos eran muy hábiles y podían mantener el aro girando por minutos sin esfuerzo. Otros, en cambio, veían impotentes cómo su aro caía sin importar cuánto se esforzaran.
Durante décadas, el fracaso en la sencilla tarea del hula hoop se atribuía a la falta de coordinación motora del jugador. Uno simplemente no movía lo suficientemente rápido la cintura o tenía ritmo como para sostener el juguete contra la gravedad. Un grupo de físicos de la Universidad de Nueva York decidió investigar la ciencia detrás del juego y poner fin a todos esos mitos. Después de realizar algunos experimentos con robótica, concluyeron que lo importante es la forma del cuerpo y no la cantidad de energía aplicada.
“Estábamos específicamente interesados en qué tipos de movimientos y formas corporales podían sostener con éxito el aro y qué requisitos y restricciones físicas están involucrados», explicó Leif Ristroph, profesor del Instituto Courant de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Nueva York y autor principal del estudio.
El éxito del hula hoop radica en que el cuerpo tenga superficies inclinadas tradicionalmente asociadas a las ‘caderas’ y la ‘cintura’. El experimento de la Universidad de Nueva York comparó la eficacia de diferentes tipos de cuerpos divididos en cuatro categorías: reloj de arena, círculo, triángulo y triángulo invertido. Todas las formas replicaron el mismo movimiento oscilatorio, pero el hula hoop solo quedó suspendido en el aire con cuerpos que se situaron entre las categorías de reloj de arena y triángulo.